Sunday, October 14, 2007

Video: Telenoticias

Enlaces : Noticentro: Video

Introducción

Los glaciares se derriten, el nivel del mar va en aumento. La selva del Amazona está desapareciendo. La erosión en Puerto Rico está dejando huellas en nuestro litoral costero. Ustedes mis queridos estudiantes han sido seleccionados para trabajar como científicos y reporteros en la investigación asignada sobre la manera de informar, orientar sobre la manera de trabajar con la comunidad para minimizar las consecuencias del Calentamiento Global en Puerto Rico.

Tarea


Investigarán sobre las actitudes, acciones de la población de su comunidad que influyen negativamente a la problemática del Calentamiento Global en nuestro planeta.


Pregunta problema:

¿Cómo podríamos minimizar o prevenir las causas del Calentamiento Global en Puerto Rico?


Proceso

El trabajo se realizará en grupo colaborativo. Cada grupo constituirá de 5 estudiantes.Realizarán el trabajo con el propósito de crear posibles soluciones al problema de Calentamiento Global en nuestra isla, Puerto Rico.
Tendrán a su disposición lecturas sobre países de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica y Perú. Las mismas son fuentes obtenidas del periódico el Nuevo Día del domingo 14 de octubre del 2007.
Los estudiantes seleccionarán sus responsabilidades en la investigación. Los roles son los siguientes:

  • El lider estará en contacto con el profesor.
  • El diseñador de la presentación se encargará del diseño del producto de la investigación. La misma puede ser en: Blog, Windows Movie Maker o una Presentación en PowerPoint.
  • Estudiantes recopilación fuentes de información en Internet y Biblioteca. La misma se pondrá en Blog, Wiki y se guardará en www.del.ici.ous.com
  • Editor(es) serán los encargados de organizar la información recopilada.
  • Orientadores o enlaces a la comunidad se encargará de crear grupos en la comunidad para realizar trabajos comunitarios de orientación y prevención sobre cómo minimizar las consecuencias del Calentamiento Global. También podrán crear documentos dirigidos al gobierno de Puerto Rico.

Evaluación- Rúbrica

1 punto

  • En la presentación se observa poca participación: solo un estudiante.
  • No exponen puntos de vistas del grupo.
  • No hay recomendaciones.
  • La información no es precisa.
  • No tienen componentes visuales.

2 puntos

  • Algunos miembros del grupo expusieron sobre el tema.
  • No hubo consenso del contenido entre los miembros del grupo
  • No hubo recomendaciones.
  • Parte de la información fue concisa.
  • Poco componentes visuales:falta de organización y/o planificación.

3 puntos

  • Todos los miembros tuvieron participación.
  • hubo consenso del contenido pero la exposición no fue precisa.
  • Hubo recomendaciones sin evidencia de apoyo.
  • Información precisa.
  • Los visuales fueron adecuados pero no basados en la información expuesta.

4 puntos

  • Participación balanceada del grupo.
  • toda la información fue adecuada y apoyada.
  • Recomendación con evidencia y hubo explicación de la misma.
  • Información, exposición y explicación precisa.
  • Los visuales fueron atractivos y relacionados a la información expuesta.

Conclusión

Salud Golpeada -Costa Rica

Salud golpeada

Dengue, malaria, leptospirosis, diarreas, alergias y asma encabezan la gran lista de males que empeorarán por el aumento en las temperaturas del planeta en los próximos 90 años.
El ejemplo más claro y contundente es el del dengue. El mosquito transmisor de este mal, el Aedes aegypti, es un amante del calor. Por ello, prefiere habitar las zonas tropicales y costeras.
Sin embargo, con el aumento de temperaturas, el mosquito ha ido encontrando el calor que le gusta en zonas más altas. Esto ya se observa en Costa Rica. En la década de los años 60, el Aedes aegypti fue erradicado del territorio nacional costarricense.
Sin embargo, volvió. En 1993, el Ministerio de Salud registró en Puntarenas casos de dengue en el país, pero sus estudios también detectaron al Aedes aegypti en ciudades del Valle Central, ubicadas entre los 1,100 y 1,200 metros de altitud, como San José.
Eso alertó a los salubristas, pues el insecto no solía vivir más allá de 1,000 metros de altura.
Según datos del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), las temperaturas en el Valle Central aumentaron tres grados en los últimos 30 años.
Con el aumento de tres grados más en la temperatura del país, según se proyecta para los próximos 90 años, el mosquito encontrará más espacios para habitar.

Amenaza Múltiple-Costa Rica


Por Pablo Fonseca, Alejandra Vargas y Marcela Cantero / La Nación / GDA


Cambios geográficos y climáticos, daño a la flora y fauna, y más enfermedades son algunos de los efectos que los costarricenses afrontarán como consecuencia del calentamiento global, según estudios publicados.
Ni el turismo ni el desarrollo económico quedarán incólumes. Entre el 60 y el 90% de la ciudad portuaria de Puntarenas, así como sus alrededores, estará bajo las aguas cuando llegue el año 2100 por la expansión de los océanos. Por otra parte, el cambio en los patrones de lluvias, como consecuencia del calentamiento global, condicionará el desarrollo de todo el país. Las sequías serán más fuertes en Guanacaste, en el Pacífico norte, y habrá exceso de lluvia en el Valle Central, donde está la mayor parte de la población.
Se prevé también la pérdida de cerca del 30% de su flora y fauna, lo que variará los paisajes naturales de Costa Rica.
Otra consecuencia del aumento de la temperatura se sentirá en la salud: los costarricenses se verán afectados por enfermedades transmitidas por mosquitos, contaminación del aire, y falta de agua y alimentos.

La geografía y el clima
Según informes del Instituto Meteorológico Nacional (IMN) y el Instituto Internacional del Océano (IOI, organización mundial con sede en la Universidad Nacional), en este siglo el nivel de los océanos podría aumentar, progresivamente, hasta alcanzar un metro más que el nivel actual.
Con una elevación de un metro, “el agua en pleamar penetraría en promedio 500 metros desde las orillas e inundaría unas 300 hectáreas que actualmente están secas, lo que constituye un 90% del sector residencial”, dice un informe del IMN. En el escenario más optimista, el ascenso de las aguas sería de 30 centímetros. Eso afectaría 105 hectáreas y dejaría bajo el mar el 60% del sector residencial actual de este puerto.
El informe Impactos y adaptaciones al cambio climático y eventos extremos en América Central, auspiciado por el Sistema de Integración de Centroamérica (SICA), analizó los escenarios que podría enfrentar la zona conforme aumenten las temperaturas.
En Costa Rica, las consecuencias no serán iguales en todo el territorio. La división se realiza en una línea imaginaria que deja al norte a buena parte de Guanacaste, a la zona norte y a Limón, mientras en la parte sur permanecen el Pacífico central y sur, así como el Valle Central y el sur de Limón.
En el norte se prevé un aumento hasta de tres grados en las temperaturas promedio de los próximos 90 años, y una disminución en las precipitaciones hasta de un 11% en relación con la actualidad.
Al mismo tiempo, en el sector sur el aumento de las temperaturas también podría rondar los tres grados, pero las precipitaciones disminuirían menos, alrededor de un 2% en comparación con nuestros días.
160,000 especies amenazadas
El cambio en la temperatura y en el aumento del nivel del mar amenazará de muerte al 30% de las especies del país e implica que 160,000 plantas y animales podrían desaparecer.
Con sólo un aumento de dos grados en la temperatura del mar, entre el 97 y el 100% de los arrecifes coralinos perecerá, según un análisis de Ana Fonseca, bióloga del Centro de Investigación de Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) de la Universidad de Costa Rica.
Al elevarse la temperatura del mar, el agua se vuelve ‘ácida’ y mata el alga que necesitan los corales para poder respirar y vivir. “Los corales ticos ya viven en la temperatura máxima que soportan (82 grados). Si la temperatura sube un grado más, entre el 50 y el 82% de los corales moriría”, puntualiza Fonseca.
Con la pérdida de coral, las costas serán más vulnerables a huracanes y muchas especies marinas perderán su hábitat. Sin embargo, la peor parte se la llevan los anfibios, los animales más vulnerables a los cambios en su ecosistema. Estas ranas, sapos y salamandras son utilizadas por los ecólogos como un “termómetro” del ambiente, ya que son los primeros en sufrir las consecuencias de las alteraciones en su hábitat.
El sapo dorado y la rana arlequín desaparecieron de Monteverde, Puntarenas, debido al ataque de un hongo que emergió gracias al alza de temperatura allí. Y científicos de la Universidad de Costa Rica coinciden en que hay 21 especies de anfibios que ya se extinguieron en alguna parte del país.
Ecosistemas que cambian
Carmen Hidalgo, ornitóloga de la Universidad Nacional, manifiesta que el cambio climático altera los procesos naturales del bosque para la producción de flores, frutos y semillas, y eso afecta por igual a aves residentes y migratorias. En total, en Costa Rica existen aproximadamente 870 especies de aves.
Esto ha llevado a que más de 221 especies de aves migratorias que vuelan por el territorio nacional estén alterando sus ciclos biológicos. Incluso, algunas pierden su rumbo de vuelo debido a esos cambios.
El hábitat marino también sufre por los cambios impuestos por el calentamiento global. Imágenes de satélites de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) reflejan que, conforme aumenta la temperatura del fondo marino, los cardúmenes están migrando en pos de aguas más frescas. También lo hacen las ballenas y delfines, que se alimentan de esos peces.
Además, el aumento en el nivel de los océanos traerá consecuencias para varias especies.
Si el mar se desplaza hacia afuera, se perderán las playas y con ellas, los sitios de anidación de cinco especies de tortugas marinas del mundo. Eso sería una sentencia de muerte para la tortuga baula del Pacífico, que ya perdió el 90% de su población y que anida en la zona desde hace 60 años.
Tierra adentro, el bosque también sufrirá. Si la temperatura sube 3 grados, el bosque nuboso desaparecerá por la falta de humedad en el ambiente. “Las nubes escasearán, y los árboles y las especies que habitan allí estarán expuestos a la luz directa del sol y morirán”, dice Nelson Zamora, botánico del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio).
El bosque tropical no la pasará mejor. Un estudio de los científicos David y Deborah Clark, de la Universidad de Missouri, EE.UU., concluyó que si la temperatura sube 3 grados en La Selva, Sarapiquí, se desacelerará el crecimiento del grosor de los árboles hasta en un 75%.

Ayer, barrios,; hoy, lagunas-Argentina


Por Nora Bär / La Nación / GDA
El invierno que por estos días está terminando en el Hemisferio Sur hizo historia en los registros meteorológicos argentinos: después de 89 años, volvió a nevar en Buenos Aires. Pero aunque ese día los termómetros parecieron desmentirlo, los estudios realizados por investigadores del sistema científico local casi no dejan dudas: tras las variaciones fortuitas, se observa claramente la misma tendencia al aumento de las temperaturas que está alterando los sistemas naturales en todo el planeta.
El diagnóstico no es tranquilizador: deshielos continentales, disminución de las lluvias en las zonas cercanas a la Cordillera de los Andes y aumento en la Pampa Húmeda, intensidad y frecuencia crecientes de eventos meteorológicos extremos son algunas de las manifestaciones asociadas con el cambio en la dinámica de los ecosistemas.
“En la mayor parte del país, las temperaturas máximas disminuyeron y las mínimas aumentaron, explica el doctor Mario Núñez, director del Centro de Investigación del Mar y la Atmósfera (CIMA), uno de los centros que se encuentra abocado a trazar un mapa de la situación actual y los escenarios futuros. Las diferencias entre máximas y mínimas se achicaron, y esto hace que los inviernos sean más agradables”.
La doctora Matilde Rusticucci, investigadora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), coincide. Según escribe en un informe especial para la revista Encrucijadas, de la misma universidad, “en la región central de la Argentina, los registros de temperatura no muestran en general fuertes tendencias hacia temperaturas medias más elevadas, pero esto es debido a que el aumento principal se dio en la temperatura mínima, con descenso marcado de la temperatura máxima; se observa que los veranos tienden a ser más largos y se prolongan en el otoño, mientras que los inviernos muestran una tendencia a ser más moderados. Ese aumento de las temperaturas mínimas hace que se presenten más noches extremadamente cálidas y menos noches frescas en verano”.

El calentamiento de la Patagonia
El aumento de temperatura no es inocuo. Más de 40 glaciares patagónicos están en retroceso. Un ejemplo es el glaciar Frías, del Monte Tronador, en el Parque Nacional Nahuel Huapí. Alcanzó su máxima extensión de los últimos 2,000 años alrededor de 1640-1660, durante una época fría que se conoce como Pequeña Edad del Hielo. Desde ese momento hasta 1850, aproximadamente, retrocedió a una velocidad de 2.5 metros por año. Pero desde que comenzó el calentamiento, la velocidad de retroceso aumentó notablemente: retrocedió siete metros anuales entre 1850 y 1900, 10 metros por año entre 1910 y 1940, y 36, entre 1976 y 1986, según constató el Departamento de Glaciología del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla).
Por otro lado, las regiones de Chile y la Argentina próximas a la Cordillera están sufriendo una disminución de las lluvias: “(En esas zonas) se está perdiendo precipitación muy marcadamente”, subraya Núñez. Se calcula que el lado chileno perdió alrededor de 200 milímetros anuales de lluvia, y el centro y oeste de la Argentina, hasta un 50% del caudal de precipitaciones en el último siglo.
Estudios dirigidos por el doctor Ricardo Villalba, director del Ianigla, muestran que el calentamiento de la Patagonia fue absolutamente inusual durante el siglo XX, y en especial desde mediados de la década del 70. Una reconstrucción de las temperaturas de los últimos cuatro siglos a partir de los anillos de crecimiento de la lenga (Nothofagus pumilio), muestran que nunca, en los últimos cuatro siglos, las temperaturas a lo largo de los Andes del Sur alcanzaron los niveles actuales.
Sin embargo, en el centro y norte del país la situación es diametralmente opuesta: como ocurre en gran parte de la región sudeste del continente, en el mismo período, y especialmente en los últimos 30 ó 40 años, las precipitaciones se incrementaron un 23%. Según el doctor Vicente Barros, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (FCEN), “desde 1960 en casi todo el país, y desde 1970 en el noreste y en zonas aledañas de Brasil el incremento fue de entre el 10 y el 40%”.
“Nosotros lo advertimos muy bien porque se ha corrido la frontera agrícola, dice Núñez. Esto ocurre porque está lloviendo en una zona mucho más amplia que antes. Y los modelos indican que la lluvia va a seguir aumentando”.
Llueve más cantidad, pero no más días. “Las precipitaciones son más intensas y los fenómenos más intensos son más frecuentes”, explica el científico. La consecuencia es un aumento de las inundaciones, que este año anegaron las provincias de Santa Fe y Entre Ríos.
Un abanico de problemas
La Segunda Comunicación Nacional Argentina sobre Cambio Climático consigna que estos cambios trajeron aparejada toda una serie de problemas en la región. En el Oeste de la Provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe y sur de Corrientes, muchos campos se transformaron en lagunas permanentes y varios espejos de agua, como las lagunas de Mar Chiquita, en Córdoba, y de la Picasa, en Santa Fe, aumentaron considerablemente su superficie. El exceso de precipitación sobre la evaporación dio lugar a un aumento sostenido del nivel de la capa freática, que a veces llega al afloramiento. “Este es muy grave en la ciudad santafesina de Rafaela, al igual que en el área metropolitana de Buenos Aires, donde se registran crecientes inundaciones en los sótanos de viviendas”, asegura.
Según Rusticucci, otro cambio significativo en el clima del área central está asociado con el desplazamiento hacia el sur del anticiclón del Atlántico Sur a partir de la década del 60. “Esto provoca modificaciones en la circulación del aire próximo a la superficie que se manifiestan principalmente en una mayor frecuencia de vientos de la dirección Este sobre el Río de la Plata”, afirma. Las fuertes tormentas con vientos del sudoeste originan mayores crecidas que dan lugar a inundaciones y erosión de las zonas bajas costeras.
Para la Argentina agrícola, donde llueve más, este proceso parece mostrar un efecto positivo. Pero el descenso de las precipitaciones en Cuyo y la regresión de los glaciares amenaza los cultivos de vid, el suministro de agua a una población de más de dos millones de personas y la producción de energía hidroeléctrica.
“El último año, las represas que generan hidroelectricidad estuvieron por debajo del nivel mínimo”, acota Núñez. Los investigadores advierten que habrá que pensar en nuevas fuentes alternativas de electricidad para abastecer el sistema interconectado local.
Mientras tanto, un equipo de investigación dirigido por la doctora Verónica Fuentes, del Departamento de Biología de la FCEN, detectó muertes masivas de microorganismos en la Antártida. Los científicos, que encontraron millones de salpas y krill varados en la costa, a lo largo de varios kilómetros, lo atribuyeron a la fusión de hielos antárticos, que hace disminuir la salinidad del agua y aumenta los sedimentos que los ríos arrastran al mar.
La comunidad científica local está preocupada. Para mitigar o prevenir los efectos del cambio climático, la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente acaba de hacer un llamamiento que insta al gobierno a reunir información sobre las variables geofísicas, biológicas, sociales y económicas que lleven a un manejo seguro y confiable de las actividades gubernamentales y privadas, y que se realice un inventario de recursos naturales en el país. Hay que actuar ya, aseguran.

México deja morir sus manglares

Cada año, México pierde 22 mil hectáreas de manglares a consecuencia de desarrollos urbanos, turísticos, contaminación y sobreexplotación


Por Ricardo Cerón y Natalia Gómez / El Universal / GDA



El gobierno mexicano no cuenta con una estrategia nacional para afrontar las consecuencias del cambio climático en ecosistemas como los manglares. La situación preocupa a los especialistas, ya que además de perder estas barreras naturales -que protegen a las poblaciones costeras contra huracanes e inundaciones- la situación implicaría deterioro ecológico, aumento de temperatura a nivel local y pérdida de humedad.
El director de conservación de los ecosistemas del Instituto Nacional de Ecología (INE), Edward Peters Recagno, dice que sólo existen números acerca de cuánto se han afectado estos ecosistemas, pero que no hay un estudio a nivel nacional que indique cómo han sido perjudicados específicamente por el cambio climático. “Sólo hay investigaciones incipientes en algunos estados de la República”, dice.
Se calcula que en México existen 660 mil hectáreas de manglares, pero el gobierno federal aplica un plan de recuperación sólo en 15,000 de ellas, lo que representa el 2% del total de la superficie.
En territorio mexicano, el manglar ha desaparecido en un 35% en el último siglo y cerca del 90% de las extensiones que quedan se encuentran con cierto grado de deterioro.
Monitoreos realizados por investigadores de la Universidad Veracruzana advierten que las comunidades más afectadas por inundaciones tras el paso del huracán Dean, en agosto pasado, fueron las que mayor destrucción de manglares han registrado en los últimos años, como Tamiahua, Tuxpan y Boca del Río, municipios de la zona veracruzana.
De acuerdo con Amparo Martínez Arroyo, secretaria académica del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), si una fuerte onda de agua proveniente del mar se encuentra con un manglar de unos 200 metros de extensión, esta ola disminuirá en un 75% su fuerza al llegar a tierra; de lo contrario, dañará lo que encuentre a su paso.
El 62% de este ecosistema se encuentra en el área del Golfo y el Caribe, y el 38% restante en el Pacífico, siendo Campeche el estado con mayor extensión de este recurso natural, seguido de Sinaloa (96,159 hectáreas) y Yucatán (85,930).
Cada año, México pierde 22 mil hectáreas de manglares a consecuencia de desarrollos urbanos, turísticos, contaminación y sobreexplotación. De continuar con esta destrucción para el año 2025, la mitad de este ecosistema habrá desaparecido.
Estas cifras se agudizarán a consecuencia del cambio climático, fenómeno que ocasiona un incremento anual en el nivel de los océanos de 3.3 milímetros, y originará una invasión de agua salina en los manglares y, por ende, la destrucción de gran parte de ellos.
Daño a la pesca
Para Ernesto Arias, adscrito al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Mérida, la destrucción de manglares podría acabar también con gran parte de la industria pesquera del país y afectar seriamente la barrera de corales del Caribe, la segunda más grande en el mundo.
Especies de alto valor comercial como el camarón, ostión, jaiba, cangrejo, róbalo, mojarra, mero y lisa, entre otras, tienen su ciclo de reproducción en los manglares, ecosistema que le sirve de refugio durante sus primeras semanas de vida, por lo que su supervivencia estaría amenazada en la región.
Además de la pesca, diversas actividades económicas se verían severamente afectadas porque de este tipo de bosque se obtienen las materias primas para fabricar papel, carbón, pegamentos y aceites.
Su importancia económica es tal, que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), considera que el costo por hectárea de manglar oscila entre 200,000 y 900,000 pesos.
Sin embargo, durante décadas en México, los desarrollos turísticos pudieron adquirir una hectárea de manglar por menos de 10,000 pesos, lo que propició la rápida urbanización de las costas mexicanas, hasta que en febrero pasado se hicieron reformas a la Ley General de Vida Silvestre.
Esta ley es, desde el punto de vista de investigadores mexicanos, un ejemplo internacional de protección de manglares; sin embargo, en caso de permitirse la creación de desarrollos sustentables en estas zonas, como lo piden algunos empresarios y gobernadores, México correría la misma suerte de España, país que ahora gasta millones de euros cada año para aminorar el impacto ambiental en sus litorales y recuperar decenas de kilómetros de playa, al tener 50% de sus costas urbanizadas
Ernesto Arias advierte que en España se ha llegado al extremo de derribar complejos turísticos para salvar en parte los daños provocados por las cadenas de hoteles, muchas de las cuales hoy piden que se pueda seguir construyendo en zonas de manglares en México.
Más calor, menos humedad
Para Blanca Cortina y Alonso Sánchez, investigadores de la Universidad Veracruzana, la destrucción de mangle, además del deterioro ecológico, provocaría un aumento de la temperatura a nivel local, porque se pierde humedad, por lo que el cambio climático se agudizará en esas regiones.
Similar a otras plantas y árboles, estos ecosistemas funcionan como pulmones del medio ambiente porque producen oxígeno y capturan el bióxido de carbono (CO2). En contraparte, su destrucción provoca emisiones de metano, a consecuencia de la biomasa que queda en descomposición.
A partir de diversas investigaciones realizadas en territorio nacional se descubrió que los manglares en los estados de Campeche y Tabasco son los que mayor riesgo corren de ser destruidos, tanto por la actividad petrolera como por ascenso en el nivel del mar, opinó Amparo Martínez Arroyo.
En el estudio Vulnerabilidad ante el Cambio Climático, realizado por el Instituto Nacional de Ecología (INE), se señala a la desembocadura del río Bravo en Tamaulipas; la laguna de Alvarado y el curso bajo del río Papaloapan en Veracruz; el complejo deltaico Grijalva-Mexcapala-Usumacinta en Tabasco; los Petenes en Yucatán y las Bahías de Sian Ka´an y Chetumal en Quintana Roo, como las principales zonas en riesgo ante el posible ascenso de los niveles de las aguas oceánicas.
Investigaciones alrededor del mundo revelan que las aguas de los mares han incrementado en aproximadamente 15 centímetros su nivel en los últimos 100 años, por lo que las regiones bajas son muy susceptibles a inundaciones si pierden sus barreras naturales.
Al ser bajas y arenosas, con menos de un metro sobre el nivel del mar, las costas del Golfo y del mar Caribe son muy vulnerables a inundaciones ante el ascenso del nivel del mar, principalmente en la región de Tabasco.
El grupo ambientalista Greenpeace advierte que casi 50% de la costa del Golfo de México es susceptible a un aumento del nivel del mar. Incluso en algunas zonas dicho ascenso llegará a cubrir hasta 40 kilómetros tierra adentro, sobre todo por la destrucción de manglares.

Lo que se podría hacer por Puerto Rico




Por Marian González / mariannatural@gmail.com


Lo que podemos hacer
Uno mi eslabón y me comprometo a:
• Exigir que mi país se una a un tratado internacional en los próximos dos años. (Se puede solicitar al gobernador Aníbal Acevedo Vilá, ya que hay múltiples estados y ciudades de Estados Unidos que se han unido a la petición independientemente del gobierno federal).
• Tomar acción personalmente para aminorar la crisis climática, reduciendo mi contaminación con CO2 lo más que pueda.
• Luchar en pos de una moratoria en la construcción de instalaciones generatrices que quemen carbón sin la capacidad para atrapar y guardar CO2.
• Lograr un aumento dramático en la eficiencia de mi hogar, lugar de trabajo, escuela, iglesia y medio de transportación.
• Cabildear para lograr leyes y políticas públicas que incentiven el uso de fuentes de energía renovables y reduzcan la dependencia en el petróleo y el carbón.
• Sembrar y cuidar árboles, y unirme a esfuerzos para conservar bosques.
• Comprar en negocios y apoyar líderes que compartan mi compromiso con buscar soluciones a la crisis climática y a construir un mundo sustentable, justo y próspero en el siglo 21.

¿Qué estamos esperando?

Por Marian González / mariannatural@gmail.com

Como una pesadilla que no se acaba, el tema del calentamiento global volvió a ocupar las primeras planas de muchos periódicos del mundo durante la última semana de septiembre. Tenemos el peligro bien cerca, pero nos empeñamos en ignorarlo.
El ex vicepresidente Al Gore lo explica bien cuando expone: “Si nos enterásemos de que Al Qaeda está desarrollando nuevas técnicas terroristas con las que podría interrumpir los abastos de agua en el mundo entero, forzar a decenas de millones de personas a tener que abandonar sus hogares y poner en peligro al planeta completo, entraríamos en un frenesí, buscando cualquier medio posible para neutralizar su amenaza”.
“Eso es precisamente lo que estamos creando nosotros mismos”, continúa Gore, “con nuestros gases de invernadero. Aunque existe todavía incertidumbre sobre la severidad de sus consecuencias, nuevos estudios revelan que estamos cocinando nuestro planeta más ligero de lo que los expertos prevenían”. Y eso es lo que nos preocupa grandemente: que el cambio climático no sólo es una realidad, sino que está sucediendo más ligero de lo que los científicos predecían.
Hay gobiernos que reconocen el calentamiento global como una realidad ineludible y están tomando medidas para aprovecharse de los pocos recursos energéticos tradicionales que este fenómeno dejaría disponibles en el mundo. Dinamarca, Canadá, Rusia y Estados Unidos, entre otros, se encuentran en una carrera por el acceso a los recursos de energía en el fondo del Ártico, que pudieran resultar accesibles como resultado del derretimiento del hielo por el calentamiento global.
Pero seguimos nuestro camino como si nada estuviera sucediendo. Según el informe del Worldwatch Institute, Vital Signs 2007, en el año 2006 consumimos energía a niveles récord. El mundo utilizó 3.9 billones de toneladas de petróleo, produciendo 7.6 billones de toneladas de emisiones de carbono. Se removió más madera de los bosques que nunca antes en la historia. A pesar de que la temporada de huracanes fue tranquila en Estados Unidos y Puerto Rico, en el 2006 el planeta experimentó más desastres naturales que en los tres años anteriores. Cerca de 100 millones de personas se vieron afectadas.
Estados Unidos fue responsable de más del 21% de las emisiones de carbono por la quema de combustibles fósiles a nivel mundial. La capa de hielo en el Polo Norte está un 22% más baja que el récord previo. Quedan sólo 1.6 millones de millas cuadradas. Esto quiere decir que podría desaparecer completamente en 23 años. El derretimiento de la capa de hielo está adelantado por 30 años a lo que modelos anteriores predecían.
Aproximadamente dentro de un siglo, varios lugares que han dado su identidad a Estados Unidos podrían desaparecer. Entre ellos, el primer asentamiento de los colonos en Estados Unidos, en Jamestown, Virginia, así como Wall Street, Silicon Valley y la plataforma de lanzamiento en Florida que puso en órbita al primer estadounidense.
El presidente George W. Bush sostuvo reuniones sobre el tema durante dos días en Washington. En éstas participaron representantes de 16 países, incluyendo China e India -dos de los mayores contaminantes, junto con Estados Unidos-, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas. Bush, sin embargo, se niega a establecer controles obligatorios a las emisiones de gases de invernadero. Ha expresado que no participará en ninguna negociación de un acuerdo global que no incluya a los grandes consumidores de energía del mundo en desarrollo. Este es precisamente el tranque por el que Estados Unidos no ha firmado el Protocolo de Kyoto.
Como recordarán, el Protocolo, que vence en el 2012, establece limitaciones mandatorias para la reducción de emisiones de gases de invernadero en los países que lo suscriben. En diciembre del 2006, 169 naciones lo habían ratificado, con las excepciones notables de Estados Unidos y Australia. Habrá una reunión sobre el Protocolo en Bali a fin de año.
Algunas grandes empresas se han comprometido a lidiar con el calentamiento. Merece mencionar el proyecto de Wal-Mart a nivel mundial. Hace dos años su CEO, Lee Scott, se comprometió a que la compañía se convirtiera en una amigable al ambiente. Recientemente, anunció que sólo venderán detergente concentrado y artículos con un mínimo de empaque. Promueven las bombillas fluorescentes, están en proceso de que su flota de vehículos conserve energía mediante diversos métodos y establecieron un programa educativo sobre alternativas sustentables para sus empleados. Es importante destacar que todos estos esfuerzos han resultado en mayores ganancias para Wal-Mart.
Además de los esfuerzos de corporaciones y entidades privadas, existen programas de diferentes gobiernos del mundo para enfrentar los posibles efectos del cambio climático. Por ejemplo, la Unión Europea pretende reducir sus emisiones de carbono en un 80% para el 2050.
¿Y en Puerto Rico...?
En Puerto Rico, nuestros científicos continúan alertando sobre las posibles consecuencias del cambio climático a nivel local. El doctor Aurelio Mercado, director del Centro de Estudios Costeros del Recinto Universitario de Mayagüez, advirtió que “las costas de la Isla están en grave peligro de erosión debido al ritmo del cambio climático, lo que significa que si se derriten todos los cascos polares, en miles de años el nivel del mar subiría 65 metros y habría que desalojar varias millas de costa”. Ofreció como ejemplo el caso de la costa de Rincón, la cual pierde entre uno y tres metros por año. Ello implica una pérdida de 20 metros en cinco años.
¿Qué hace nuestro gobierno ante esta situación? La delegación del Partido Popular en la Cámara de Representantes radicó el proyecto 3924, que pretende crear la Ley de Créditos Contributivos por Inversión en Vivienda Verde, a fin de proveer créditos contributivos por la inversión en infraestructura verde a los desarrolladores de proyectos de vivienda. Además, adopta como política pública que se deberá propiciar la construcción de 25,000 unidades de vivienda verde en los próximos ocho años.
Por otro lado, en la Cámara también se radicó el proyecto 3920, que propone enmiendas a la Ley de la Junta Examinadora de Ingenieros, Arquitectos, Agrimensores y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico, a los fines de incluir, entre los requisitos de educación continua, cursos sobre edificación verde.
Otros proyectos radicados proponen una emisión de bonos para la Autoridad de Energía Eléctrica, con el propósito de que dichos fondos sean utilizados para el desarrollo de tecnologías dirigidas a la producción de energía de fuentes alternas al combustible fósil, y la creación del Fondo para la Promoción y Desarrollo de Tecnologías Alternas de Energía, con una asignación inicial de $3 millones.
El presidente del Senado, Kenneth McClintock, presentó un proyecto que propone crear la Ley para ordenar, regular e incentivar la venta de gasolina mezclada con etanol como combustible.
Aunque entendemos que estos esfuerzos tanto a nivel local como mundial van en la dirección correcta, no creemos que sean suficientes para enfrentar los cambios que se avecinan. Tampoco atienden la urgencia de la situación. No son una respuesta efectiva a una emergencia.
Continuamos con la construcción en las costas e incluso en la zona marítimo-terrestre, sin saber si esas edificaciones seguirán ahí en unos años. ¿Quién invierte ante esa incertidumbre? ¿Asegurarán las casas aseguradoras esas edificaciones? ¿Estaremos poniendo en peligro nuestra propiedad y nuestras vidas? Nuestro consumo desmesurado de combustibles fósiles -con sus consecuentes emisiones de bióxido de carbono- y el uso desmedido y casi exclusivo del automóvil como medio de transportación continúan a un ritmo alarmante.
Como pueblo unamos nuestras acciones y levantemos nuestras voces para que los dirigentes tomen cartas de inmediato. Es una emergencia. Necesitamos actuar ahora.

El ocaso de un recurso vital-Puerto Rico

Por José Javier Pérez / El Nuevo Día/ GDA /


No hay sombra más densa que la penumbra que antecede al amanecer. Así de oscuro comienzan los días de Miguel “Chan” Dávila, que a fuerza de tanto madrugar ya tiene ojos de múcaro. A sus 54 años, el rostro de “Chan” deja asomar los surcos que el Sol ha labrado en su rostro. Son las marcas del endemoniado y venerado sol caribeño que azota inmisericorde a quienes, como él, viven de la pesca. Pero el oficio ha perdido su cariz aventurero.
“Ahora, cada vez hay que ir a pescar más y más lejos”, dice el hombre, que es el líder de una villa pesquera que agrupa a los pescadores de las comunidades Maternillo y Mansión del Sapo en Fajardo.
“Antes se pescaba a una milla de la costa, pero ahora hay que ir cinco y ocho millas más adentro. Gastamos más combustible, nos arriesgamos por el mal tiempo y lo que se pesca es pequeño. Nada es como antes”, se lamenta, repitiendo una frase que, por ser tan trillada, ha perdido su impacto.
Desde hacía tiempo, “Chan” notaba que algo raro ocurría en las aguas donde pescó desde niño. Lo más dramático fue notar que muchos de los arrecifes de coral se habían despojado de sus vibrantes colores para mostrar un blanco fantasmal, como si se hubieran desnudado. “Yo creía que se habían puesto blancos por el golpe que reciben de las miles de embarcaciones que tiran sus anclas, pero un biólogo me dijo que era también por el calentamiento”, narra.
Los arrecifes de coral son el ecosistema marino más rico en biodiversidad y uno de los más productivos en la faz de la Tierra. Pero son más que hermosas formaciones que seducen a turistas curiosos. Según la Red Global de Supervisión de Arrecifes Coralinos, la región del Caribe genera entre $3,100 y $4,600 millones en ingresos anuales producto de actividades relacionadas con este recurso marino. En Puerto Rico, las actividades relacionadas con los recursos marinos generan cada año $2,000 millones, dice Ruperto Chaparro, director de Sea Grant, programa educativo dedicado a promover la conservación y el uso sustentable de los recursos marinos y costeros de Puerto Rico, las Islas Vírgenes y la región del Caribe.
A pesar de estos beneficios, es poco lo que el gobierno borinqueño destina para proteger este recurso. “Considerando los cerca de cuatro millones de turistas que nos visitan cada año, sumado a los cuatro millones de habitantes de la Isla, la inversión del Gobierno en el recurso marino es de menos de un centavo al año”, dice Chaparro.
Menos peces, menos arrecifes
Los arrecifes son el hábitat de muchos peces de valor comercial. En Puerto Rico se desembarcan en la actualidad entre 2 y 3 millones de libras de pescado anuales y el 70% de estos proviene de los arrecifes de coral, según Daniel Matos, biólogo marino del Laboratorio de Investigaciones Pesqueras del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).
Pero esta cifra es casi la mitad de lo que se pescaba en el 1970, cuando el promedio de desembarcos rondaba los 7 millones de libras. Esta reducción es atribuida a una mezcla de variables, que incluyen nuevos reglamentos que limitan la pesca de ciertos peces y moluscos como el carrucho, y es también la consecuencia de la sobrepesca. Pero una de las variables que se sabe está incidiendo en esta merma es el calentamiento global. “No tenemos estadísticas aún, pero sabemos que es una de las causas”, dice Matos.
Eventos en los que la temperatura del mar se eleva por períodos de tiempo prolongados provocan el blanqueamiento de los arrecifes. Este blanqueamiento ocurre cuando los pólipos del coral, estresados por el calor o por radiación ultravioleta, expulsan el alga simbiótica que vive en los tejidos del coral. Cuando el alga es expulsada, el coral se torna blanco y parece que se ha desteñido, explica el biólogo marino Edwin Hernández, uno de los investigadores más prominentes de la región caribeña dedicado al estudio de los arrecifes de coral.
Si se pierde el arrecife, los peces no vienen a comer ni a reproducirse. Más aún, con su muerte, comunidades de peces vinculadas a este ecosistema sencillamente desaparecen. Esto es lo que ha ocurrido en algunas áreas marinas estudiadas en Puerto Rico a raíz de los eventos de calentamiento del agua reportados principalmente en los años 2005 y 2006. “Y es lo que podría estar ocurriendo en otras regiones del hemisferio donde hay arrecifes”, agrega el biólogo marino.
La temperatura promedio máxima saludable para los arrecifes de coral del Caribe debe ser de 83.3 grados. Pero en el 2005, alcanzó los 89.2 grados durante 15 semanas. En el 2006, la temperatura se mantuvo en los 84.2 grados y en lo que va del 2007 se mantiene en esa cifra. Aunque leve, esta lectura es superior a la temperatura deseada, según explicó.
Estos eventos causaron mortandad de arrecifes que en algunas áreas alcanzó entre un 65 a un 85%. Lo más serio es que gran parte del coral muerto pertenecía a especies cuya presencia es vital para la construcción de la estructura del arrecife. Este estrés ha provocado que el arrecife que sobrevivió dedique su energía a mantenerse vivo en lugar de reproducirse, explica Hernández.
Los cambios climáticos son parte de la naturaleza de nuestro planeta y han ocurrido antes, pero a lo largo de escalas de millones de años. El cambio climático que ahora se documenta está ocurriendo a una escala de tiempo menor que no da tiempo a las especies a adaptarse y por ello ocurren mortandades y, en el peor caso, extinciones.
Esta mortandad de arrecifes no se registró en otros países de la región caribeña como Venezuela, México ni Cuba. “Pero lo que ocurrió en Puerto Rico es una muestra de lo que tarde o temprano les va a ocurrir al resto de los países del hemisferio que tienen arrecifes, según los pronósticos que han hecho los expertos en cambio climático”, advirtió.
Qué podemos hacer
Hay medidas para amortiguar estos impactos. Hernández puntualizó la urgencia de poner en vigor planes de uso de terrenos para minimizar las escorrentías sedimentarias, es decir, el agua enlodada que baja de las montañas hasta las playas. Su sedimento asfixia los arrecifes y disminuye la penetración de luz solar necesaria para la fotosíntesis de los corales.
Probablemente, se requerirán esfuerzos regionales para lidiar con el problema. Por ejemplo, Carl Soderberg, director de la Región del Caribe de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) mostró fotos de satélite que evidencian la penetración del sedimento de los ríos Orinoco y Magdalena a las aguas cercanas a Puerto Rico y República Dominicana. Se espera que en esta región suramericana el cambio climático aumente los eventos de lluvia, lo cual provocará más crecidas de estos ríos, y con ello, más escorrentías sedimentarias, advierte el funcionario.
De otra parte, es urgente poner en vigor medidas para detener el desarrollo urbano desparramado en las costas, no sólo por el daño a este recurso, sino porque en la medida que el arrecife muera, aumentará la vulnerabilidad de estos asentamientos urbanos a los efectos de la marejada ciclónica -provocada por tormentas y huracanes- o al embate furioso de un tsunami.
Un estudio de la American Geophysical Union (AGUE) encontró que, tras el tsunami que destruyó Sri Lanka, hubo comunidades que recibieron un impacto menor gracias a la protección natural de un arrecife saludable. Estos lograron atenuar el golpe del tsunami en un 80 a un 85% al actuar como un rompeolas.
Hay otras variables que pocos consideran: el polvo del desierto del Sahara, esa nube polvorienta que cruza el Atlántico, trae a este lado del mundo más que particulado. Arrastra esporas que se cree podrían estar causándoles enfermedades mortales a los arrecifes. “Con el calentamiento global se ha pronosticado que los eventos de polvo del Sahara se incrementarán en la medida que aumente la desertificación en esa zona de África”, dice Soderberg.
El pescador “Chan” no puede conceptualizar científicamente las consecuencias del cambio climático, pero su testimonio le pone rostro a un problema global que aún es etéreo para muchos. “La pesca no es como antes y el clima está bien raro. Hay algo raro pasando, algo que es muy diferente”, dice.

Vanguardia-Colombia

A la vanguardia de la mitigación
A las 7:55 p.m. del pasado 10 de agosto, las personas que trabajaban en al menos 10,000 oficinas públicas, o que ya estaban en sus hogares, apagaron la luz y los electrodomésticos durante dos minutos.
Y no es que en Colombia las facturas del servicio de energía sean muy caras y esto haya sido un intento por cuidar el bolsillo.
El apagón voluntario, impulsado por el Gobierno desde el Ministerio de Medio Ambiente, fue una jornada para hacer conciencia sobre la necesidad de ahorrar energía y contribuir a frenar los efectos del calentamiento.
Tampoco era un hecho aislado. Formó parte del Plan Nacional Estratégico de Colombia contra el Cambio Climático, que incluye estudios, monitoreos en alta mar y auxilios para desarrollar proyectos empresariales de producción limpia.
Colombia, que apenas emite el uno por ciento de los gases de efecto invernadero del mundo (Estados Unidos emite el 25%) ya está invirtiendo más de $14 millones en las zonas insulares del Caribe para la recolección y uso eficiente del agua, para el monitoreo de los corales, seguimiento del aumento del nivel del mar y la preservación de los páramos.
“El país empezó a desarrollar este plan piloto con una donación del GEF (Fondo Mundial para el Medio Ambiente, por sus siglas en inglés). Vamos en la avanzada mundial con este proyecto, que se había gestionado con mucho esfuerzo para buscar información sobre los efectos del cambio en el Caribe y para el análisis de vectores como la malaria y el dengue, que ya se notan en zonas antiguamente frías”, dijo Juan Lozano, ministro de Medio Ambiente.
El funcionario explicó que todo el plan, que se ha desarrollado en más de un 25%, fue reconocido por el Banco Mundial como uno de los mejores del mundo.
Dentro de las medidas concretas que se han tomado, figura la resolución que ordena a las entidades públicas, desde el 1 de enero de 2008, cambiar las bombillas tradicionales por unas especiales para ahorrar energía. Esto también cobijará a las viviendas de interés social, que deberán usar ese tipo de iluminación desde el 2009.
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) también ejecuta un modelo de Reducción de Incertidumbre que permite la elaboración de escenarios del clima futuro, con alta resolución y para 24 regiones del territorio colombiano.
Además, se están impulsando proyectos de Mecanismo de Desarrollo Limpio en 100 firmas privadas y públicas para que las emisiones de gases efecto invernadero se conviertan en una oportunidad de negocio.
La idea es que cada empresa monte un proyecto de reducción de emisiones, lo inscriba ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) y, a partir de ahí, por cada tonelada de carbono que reduzca, recibirá un certificado que podrá vender a 10 ó 15 euros entre los países que son obligados por el Protocolo de Kyoto a cumplir con cuotas de mitigación.

Se acabaron las nieves eternas-Colombia

Por Javier Silva / El Tiempo / GDA


Las seis montañas nevadas más importantes del país han perdido más del 50% de la nieve. Algunas pueden desaparecer en menos de 10 años.



Vista del Nevado del Ruiz.


Por Javier Silva / El Tiempo / GDA
Nelson Cardona, uno de los montañistas más experimentados de Colombia, ha escalado dos veces el Everest, la montaña más alta del mundo, y también ha liderado otro par de recorridos por otras montañas del Himalaya. Y uno de sus sitios de entrenamiento preferidos para emprender esas expediciones de largo aliento, que han incluido aventuras en el Polo Norte y Rusia, siempre ha sido el volcán Nevado del Ruiz, uno de los más emblemáticos de Colombia.
Lo ha subido decenas de veces para poner a punto su estado físico, caminatas durante las que también ha sido testigo de su degradación. Cardona dice que alcanzó a entrar en cuevas heladas en las que el hielo cambiaba de colores según la posición del sol, y que hoy sólo se ven en recordatorios o en los archivos fotográficos de algún turista. Dice que los glaciares Oso y Diablo Rojo han perdido más de 500 metros de nieve, y el de Nereidas, uno de sus favoritos y donde practicaba ascensos de 20 ó 30 metros en hielo, ya no existe.
“El retroceso del Ruiz y de las otras montañas del Parque de los Nevados -una de las zonas de reserva más grandes del país, que alberga tres nevados más llamados Tolima, Santa Isabel y Quindío- es irreversible y en poco tiempo no los volveremos a ver”, dice. Al igual que muchos expertos, Cardona sabe que ese diagnóstico dramático es causado por el cambio climático.
Según el Instituto de Hidrología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam), el Ruiz y el Tolima son los nevados más golpeados del país por este fenómeno global. El Ruiz ha perdido el 45% de su área glaciar y podría desaparecer en 6 años. Su situación se agravó por el deshielo que tuvo en 1985 a raíz de la erupción que luego provocó la avalancha de Armero (Tolima), por la que murieron más de 20,000 personas.
Y como si se tratara de definir un ‘ranking’ de los nevados más afectados de Colombia, ellos dos se pelean los primeros lugares con el Santa Isabel, al que el Ideam le pronostica no más de 20 años de vida. Tampoco se salva de los cambios climáticos el Nevado del Huila, cuya superficie glaciar (hielo y nieve) pasó de 17 a 12 kilómetros cuadrados, sin que se tenga certeza de las consecuencias que sobre su cima hayan tenido las recientes erupciones, la más reciente ocurrida el 18 de abril de este año.
Las sierras nevadas de Santa Marta y el Cocuy -la primera ubicada cerca de la Costa Atlántica, y la segunda en el departamento de Boyacá, en plena zona andina- también están muriendo. La primera tenía nieve en 19 kilómetros cuadrados hace 50 años y ahora ésta no cubre más de 7.5 kilómetros. El Cocuy ha perdido más de 20 kilómetros de nieve, según el Ideam, y es un ecosistema que podría perderse totalmente en 30 años.
Jorge Luis Ceballos, ingeniero geógrafo del Ideam, explicó que las velocidades de retroceso y derretimiento son muy similares para todos. “Pero la situación es mucho más dramática para las montañas más bajas, por ejemplo para el Santa Isabel (4,950 metros) y el Tolima (5,200 metros), alturas que las hacen más sensibles al efecto invernadero”, explica Ceballos.
El experto indica que la superficie total de glaciares en el país entre 1958 y 1960 era de más de 100 kilómetros cuadrados. Hoy no supera los 54 kilómetros. Para Ceballos no hay antecedentes de este deterioro en las montañas nevadas, cuyo valor radica en que son de las pocas que existen en el mundo sobre la línea ecuatorial y cuyo derretimiento es comparable a que los 42 millones de colombianos dejaran abiertas indefinidamente todas las llaves del agua de sus hogares.

Eficiencia energética-Chile

Aunque no es un gran emisor de gases de efecto invernadero, el país está preocupado por reducir su contribución, destaca el director de Conama, Alvaro Sapag. Para bajar sus emisiones de CO2, el Gobierno impulsa la política País de Eficiencia Energética. Ésta considera el fomento en el uso de este tipo de energías, mediante la puesta en práctica de algunos instrumentos orientados a definir factibilidades y estudios de base para proyectos.
También se está trabajando en la introducción de biocombustibles en la matriz energética, por medio de la utilización de trigo y maíz. Conama ya está trabajando con el Ministerio de Agricultura en un estudio sobre el ciclo de vida de los biocombustibles.
Clave es el tema educacional. Durante la visita que realizó el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, a Chile en mayo para presentar su documental ‘Una verdad incómoda’, el biólogo marino Juan Carlos Castilla afirmó que la sociedad civil en Chile tiene que cambiar sus conductas respecto a este problema.
Su esperanza está puesta en el futuro: “El gran potencial nuestro está en tratar que nuestros niños logren entendimiento exacto de lo que pasa y puedan tomar mejores decisiones en 20 ó 30 años más”. La palabra clave entonces será adaptación.

Chile



Investigadores del Centro de Estudios Científicos de Valdivia (CECS) realizan, desde un avión de la Armada especialmente equipado, mediciones del espesor de los glaciares.
Por Richard García / El Mercurio / GDA
Las temperaturas medias aumentarán, la superficie de los glaciares disminuirá. Lloverá menos, salvo en el altiplano del norte y en los verdes paisajes de la zona austral. ¿Qué harán los chilenos si el país vive esto para el año 2050?
Tendrán que acostumbrarse a un nuevo territorio. Luego del último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), pocos ponen esto en duda.
El respaldo científico a estos estudios ha sido fundamental para que el país entero tome en serio el asunto. El Estado trabaja una política eje de la agenda nacional. Pero el tema implica demasiados factores. La Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) ha encargado catastros y modelos, y trabaja en la elaboración de un plan de acción.
Uno de los más importantes, el Estudio de la Variabilidad Climática para Chile en el Siglo XXI (www.conama.cl/portal/1301/articles-39442_pdf_Estudio_texto.pdf), se lo encargó la Conama al Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. Entrega escenarios espantosos y también benignos.
Considera una configuración de dos escenarios para el siglo XXI, especialmente entre 2070 y 2100. Uno moderado, con aumentos de temperatura del orden de 1 a 3 grados, y otro severo, con incrementos de 2 a 4 grados. El Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile imagina los dos escenarios en su informe “Chile, perspectiva del cambio climático en 40 años (2040)” (www.fia.cl/temas/cc-periodistas.pdf).
Menos nieve
Desde luego, las fotografías de la cordillera de los Andes se verán menos apoteósicas, porque el límite inferior de las nieves subirá, en la zona central del país, entre 300 y 500 metros. Pero esto tiene consecuencias graves: habrá menor capacidad para acumular nieve, más escurrimiento en invierno y menos en verano, y un aumento de los torrentes de los ríos, con mayor probabilidad de inundaciones.
El nivel del mar no subirá más de 14 a 28 centímetros. Y no se ha calculado qué poblaciones podrían verse afectadas.
Los agricultores tendrán que ajustarse. Faltará agua de riego. “Al retirarse los glaciares, la reserva del recurso, especialmente en períodos de sequía, será menor”, dice el bioclimatólogo Juan Manuel Uribe.
Habrá probablemente que migrar al sur las plantaciones forestales exóticas sedientas, como el pino insigne, disputando territorio con zonas ricas en bosque nativo. En cambio, algunos frutales, como las naranjas y las uvas, aumentarán su producción y área de cobertura. Y nuevos frutos, propios de climas subtropicales como el mangó y la papaya, encontrarán un lugar acogedor en el norte chileno.
Impactadas la flora y la fauna
La biodiversidad también sufrirá un fuerte impacto. El informe divulgado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en abril sobre el cambio climático advertía que el fenómeno podría traer la desaparición de maravillas planetarias como el bosque valdiviano de Chile. En este ecosistema forestal templado subsisten alerces de hasta 3 mil años de antigüedad (los segundos más ancianos del planeta) y 100 metros de alto.
El aumento de la temperatura media impactaría en la flora y fauna de los ambientes de alta montaña, sostiene la bióloga María Isabel Manzur, de la Fundación Sociedades Sustentables. Peces, anfibios y lagartos nativos serían los más afectados en los ríos y humedales. “Con menos humedad es probable que se sequen algunas fuentes de agua temporales”, dice.
La investigadora prevé una masiva migración de especies de norte a sur en busca de condiciones térmicas más adecuadas, ya que se verán afectados sus tiempos de reproducción. Y aquí, dice, será fundamental la creación de corredores de biodiversidad, que comuniquen áreas protegidas entre sí.
Según advierte el físico Eduardo Sanhueza, delegado nacional ante las negociaciones de la Convención de Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto, “el país podría no sólo verse afectado físicamente por el fenómeno, sino también económicamente”, ya que los países desarrollados podrían poner trabas aduaneras respecto del costo ambiental detrás de la producción de un bien, la llamada “huella ambiental”. Se ha puesto de moda en los países desarrollados que resulta ambientalmente más sano preferir los productos locales frente a los que se importan desde largas distancias, lo que perjudicaría el comercio internacional de países como Chile.
El vicedecano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Patricio Aceituno, asegura que en comparación con el resto del mundo los impactos en Chile serán de menor magnitud. Gran responsable de ello es el océano Pacífico. “El mar demora mucho más en reaccionar frente a un forzamiento climático. El cambio de temperatura es más lento que sobre el continente y eso produce un efecto de mitigación”, explica. Incluso asegura que en la costa de Arica a Concepción hay evidencia de una disminución de la temperatura hasta ahora.
Aceituno también avizora que el clima podría tornarse en un recurso apetecido y que grandes productores agrícolas del hemisferio norte que vean afectados sus cultivos podrían buscar otras regiones donde el impacto del cambio climático sea menor para trasladar su negocio.

Comisiónes en Acción- Perú

Ante los efectos cada vez más severos que el calentamiento global causa en el Perú, ya se han creado algunas comisiones que aplican programas nacionales para enfrentarlo. Una de las primeras en formarse fue la Comisión Nacional de Cambio Climático, que es un grupo técnico dentro de la Ley del Sistema Nacional de Gestión Ambiental y es presidida por el Consejo Nacional del Ambiente e integrada por el Fondo Nacional del Ambiente, Instituto del Mar del Perú, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la Cancillería de la República y el Instituto de Recursos Naturales, entre otros. En el 2002, elaboró la Estrategia Nacional de Cambio Climático.
Además, se impulsa el proyecto Diseño e Implementación de Medidas de Adaptación al Cambio Climático en la Región Andina, que apoya los esfuerzos regionales para enfrentar los impactos del cambio climático en los Andes y sus cuencas en Bolivia, Ecuador y Perú. En el caso del Perú, los lugares por atender son las cuencas del Mantaro (Junín), del Urubamba (Cusco) y del río Piura (Piura).
Varios especialistas han mencionado que ante la gravedad de lo que se viene urge una política de Estado que no sólo planifique, sino que también aplique medidas para enfrentar el problema con participación de la sociedad.

Perú-El retroceso de los hielos

Por Carlos Necochea Flores / El Comercio / GDA
Pese a que Perú es causante de sólo el 0.4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, los impactos que el calentamiento genera en su territorio son muy severos. Son especialmente preocupantes la reducción de nevados y el aumento de sequías y heladas, problemas que, según modelos climáticos realizados por instituciones científicas, tenderán a intensificarse y ser más frecuentes.
También, de acuerdo con importantes estudios, el país es uno de los más vulnerables a desastres naturales. El centro de investigación inglés sobre cambio climático Tyndall Centre, tras analizar indicadores nacionales, ubica a Perú en el tercer lugar de vulnerabilidad después de Bangladesh y Honduras.
Una prueba de ello fueron las dramáticas experiencias, costosas en vidas y dinero, que causaron en los últimos lustros los fenómenos de El Niño y La Niña, y el calentamiento global. En 1998, El Niño, según datos de la Corporación Andina de Fomento (CAF), causó pérdidas y daños estimados en $3,800 millones, que fueron equivalentes al 4.5% del producto bruto interno nacional.
El costo de la degradación ambiental en el Perú -señala por su parte en el Banco Mundial- es más alto que en otros países con niveles de ingreso similares.

Una de las más alarmantes imágenes de esta radiografía ambiental del Perú la constituye, sin duda, el efecto de la reducción de nevados por el cambio climático.
Estimados realizados por varias instituciones científicas como el Instituto Nacional de Recursos Naturales, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología y otros institutos internacionales ya han coincidido en que en el Perú, que posee 20 cordilleras con presencia de glaciares, se han perdido en los últimos 27 a 35 años el 22% de superficies glaciares. Esto ha generado una pérdida de recursos hídricos equivalentes a más de 12,000 millones de metros cúbicos, superando el consumo de agua que toma la capital del Perú, Lima, durante más de 10 años.
Ejemplos preocupantes de estos retrocesos son el glaciar Qori Kalis, ubicado en la Cordillera de Vilcanota, que ha retrocedido 30 metros por año; el glaciar de Yanamarey, ubicado en la Cordillera Blanca, que disminuye año a año; y la severa pérdida de nieve del nevado Pichu Pichu, en Arequipa, entre otros.
Caso emblemático es el del glaciar Pastoruri, ubicado en la Cordillera Blanca, que era el más visitado por turistas nacionales e internacionales. Una cueva de hielo que era su atractivo principal hoy sólo es parte del recuerdo.
“Sólo en la Cordillera Blanca, de 723.4 kilómetros cuadrados de nevados que existían en 1970, quedaban 611.5 kilómetros cuadrados en 1997”, advierte, por su parte, el experto en prevención de desastres Jorge Durand.
Escasez de agua
De acuerdo con un mapa mundial de estrés hídrico, el Perú es uno de los países que tendrán problemas de utilización de agua. La razón es que el 60% de los peruanos vive en la costa, y en la costa prácticamente no hay agua. A esta zona llega sólo el 1.8% del agua de todo el Perú, mientras que el 98% se encuentra básicamente en la Amazonia.
“El agua que existe en la costa viene en su mayor parte de la sierra, sea de las lluvias o de los glaciares. Si los glaciares se están derritiendo, entonces habrá menos agua en la costa”, afirman varios especialistas consultados por El Comercio.
César Portocarrero, un experto en glaciología y climatología que durante diez años trabajó con varias comunidades peruanas de Áncash, Ayacucho, Cajamarca, Cusco, Lima y Piura, entre otras, afirmó que los pobladores andinos del Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia sufren desde hace 30 años los impactos del cambio climático. Asegura que el cambio del ciclo hidrológico y de los patrones de lluvia causa estragos en la vida de los campesinos e indígenas.
El experto advierte que en la zona andina los cultivos de gran altura, como las papas nativas, que se sembraban a más de cuatro mil metros de altura, corren el riesgo de desaparecer.
Bosques que se perdieron
Una proyección científica obtenida en Zúrich (Suiza), al aplicar un nuevo índice del cambio climático, revela que la Amazonia, el gran pulmón de la Tierra y su principal fuente de agua dulce, corre el riesgo de sufrir 17 años de sequía entre el 2071 y el 2100, y la responsabilidad de ello, aparte de los países industriales que emiten grandes volúmenes de gases contaminantes, es también de sus propios habitantes.
En el Perú, por ejemplo, la colonización desordenada y consiguiente deforestación han hecho que se pierda una cuarta parte de los bosques sólo en la selva central. Se calcula que en todo el país se han deforestado más de diez millones de hectáreas de bosques.
Los expertos advierten, además, que por el calentamiento global la selva amazónica perdería en los próximos lustros entre un 10 y 20% más de los bosques, lo que causaría la extinción del 43% de sus especies.
La experta en cambio climático Patricia Iturregui sostiene que las mayores emisiones de gases de efecto invernadero que produce el Perú son generadas por la deforestación de la Amazonia. Esto es causado por la tala ilegal y en gran medida por la agricultura migratoria.
Las emisiones de gases de efecto invernadero que produce esta deforestación son mucho mayores que las generadas por todo el caótico transporte que se produce en Lima.

Protagónico Brasil




Brasil pretende adoptar compromisos más ambiciosos para ayudar al mundo a bajar los volúmenes de emisión de carbono, responsable por el calentamiento global, como metas de reducción de las tasas de deforestación, inspección de los vehículos e incremento en la producción de combustibles renovables. Para eso, el país acaba de nombrar al embajador Sergio Sierra para cuidar exclusivamente de los cambios climáticos, un cargo hasta entonces inédito en el gobierno brasileño.
Entre las principales medidas previstas en el Plan de Acción Nacional de Enfrentamiento de los Cambios Climáticos, está el establecimiento de metas de reducción de la tasa de deforestación y quema, y la aceleración de la reforestación de las áreas de preservación permanente, especialmente a lo largo de los ríos.
Se espera también consolidar la política de biocombustibles como contribución a la reducción de las emisiones y estimular la expansión del uso de fuentes renovables.
Brasil fue pionero mundial en el uso del alcohol como combustible, gracias al Programa Nacional del Alcohol, el Proalcohol, creado en 1974. El programa perdió fuerza durante los años 80, cuando el precio del azúcar subió y el del petróleo cayó en el mercado internacional. Sin embargo, gracias al interés general por el etanol y los biocombustibles, el concepto de Proalcohol está siendo revisado, y hoy es señalado como la opción número uno para sustituir el petróleo como matriz energética del mundo.
Un estudio del grupo de Reducción de las Emisiones de la Deforestación de la Convención de Cambio Climático, publicado en la revista Science, mostró que reducir la quema de las selvas tropicales es una de las formas más baratas de combatir el calentamiento global, principalmente para Brasil, dueño de las mayores reservas forestales de la Tierra.
El estudio reveló que mecanismos de compensación por protección de las plantas traerían lucro para países en desarrollo. Si la deforestación fuera reducida en un 50% para el 2050, sería posible eliminar 50 mil millones de toneladas de C02, lo que representaría más del 10% de la reducción necesaria para mantener las concentraciones atmosféricas del gas en 450 partes por millón, como recomendó el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC).

La selva será un desierto


Una antigua mina de diamantes en la Reserva Indígena Roosevelt, que el gobierno aceptó cerrar para proteger el suelo de la zona.
Con el alza de la temperatura, el corazón de la Amazonia podría quedar convertido en una sabana.
Por O Globo / GDA
Si se mantienen las tasas globales de emisiones de gases, la temperatura en la Amazonia puede aumentar hasta 8 grados y, a partir del 2050, el centro de la selva será transformado en 600,000 kilómetros cuadrados de sabana. El pronóstico forma parte del escenario trazado por el estudio Cambios Climáticos Globales y sus Efectos sobre la Biodiversidad, divulgado por el Ministerio del Medio Ambiente de Brasil.
Según el estudio, si nada fuera hecho para revertir la situación de deforestación y emisión de gases tóxicos en Brasil y en el mundo, la temperatura media del país podría aumentar en 4 grados hasta 2100. En la Amazonia, ese aumento pudiera ser de 8 grados.
El estudio fue coordinado por el científico José Marengo, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) e integrante del Panel Intergubernamental de Cambios Climáticos de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés).
Así como en el resto del planeta, los cambios climáticos en Brasil también son causados por la acción humana. Los principales factores son la deforestación, el aumento de las quemas de selva tropical y la quema de combustibles fósiles. La deforestación de la Amazonia es responsable por un 75% de las emisiones brasileñas, que colocan al país entre los cinco mayores emisores de bióxido de carbono en el mundo.
El informe es igualmente alarmante en relación al nivel del mar, que tiende a aumentar 40 centímetros por siglo. Cerca de 42 millones de brasileños que viven en la zona costera podrían ser afectados por el avance del océano Atlántico. Río de Janeiro -uno de los principales puntos turísticos del país- es una de las ciudades más vulnerables.
El estudio muestra que una elevación de 40 centímetros en el nivel del Atlántico podría hacer desaparecer 100 metros playeros en el norte y en el nordeste. Otra consecuencia sería la destrucción de puertos y la falla en las redes de alcantarillado.
Habrá también una disminución en el caudal de los ríos debido a la evaporación, causada por el calentamiento del aire y la reducción de las lluvias. En algunas regiones, la generación de energía hidroeléctrica, que hace que en Brasil haya una de las matrices energéticas más limpias del planeta, podría verse comprometida. Además, el aumento de la temperatura puede afectar la biodiversidad del país, una de las mayores del mundo.
De 1961 al 1990, Brasil registró una temperatura media de 77 grados. Hasta el fin del siglo, esa media puede llegar a 84.9 grados, según los pronósticos del estudio gubernamental. En el nordeste, el aumento puede variar de 2.2 grados a 4 grados. Los habitantes del interior norteño sufrirán el mayor impacto del caos climático en el país.
La región nordeste es señalada como una de las más vulnerables del país por el meteorólogo Carlos Nobre, del Centro de Previsión del Tiempo y Estudios Climáticos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (CPTEC/Inpe). De mantenerse la tendencia actual, la región se convertirá en un semidesierto, lo que hará inviable la agricultura de subsistencia, de la cual dependen hoy entre 7 y 8 millones de personas.
Si la temperatura sube 5.8 grados hasta el fin de este siglo, por ejemplo, proyección más pesimista hecha por el IPCC, la alimentación básica del brasileño estará amenazada, en particular la pareja más famosa del país: la combinación de frijoles con arroz.
La producción anual de arroz en Brasil será reducida en un 41%, pasando de 12 millones de toneladas a 7 millones. En el caso del frijol, la cosecha caerá de 3.5 millones a 2.7 millones de toneladas, un descenso del 23%. Esa previsión forma parte de otro estudio realizado en conjunto por la Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) y la Unicamp.
Para el científico británico James Lovelock, autor de la teoría de Gaia, que cree que la tierra es un organismo vivo, la consecuencia de los cambios climáticos para Brasil será un cambio de sus ecosistemas naturales de selvas tropicales a sabanas y desiertos. Según él, el país, así como el resto del mundo, debe estar preparado para adaptarse a esos cambios.