Sunday, October 14, 2007

El ocaso de un recurso vital-Puerto Rico

Por José Javier Pérez / El Nuevo Día/ GDA /


No hay sombra más densa que la penumbra que antecede al amanecer. Así de oscuro comienzan los días de Miguel “Chan” Dávila, que a fuerza de tanto madrugar ya tiene ojos de múcaro. A sus 54 años, el rostro de “Chan” deja asomar los surcos que el Sol ha labrado en su rostro. Son las marcas del endemoniado y venerado sol caribeño que azota inmisericorde a quienes, como él, viven de la pesca. Pero el oficio ha perdido su cariz aventurero.
“Ahora, cada vez hay que ir a pescar más y más lejos”, dice el hombre, que es el líder de una villa pesquera que agrupa a los pescadores de las comunidades Maternillo y Mansión del Sapo en Fajardo.
“Antes se pescaba a una milla de la costa, pero ahora hay que ir cinco y ocho millas más adentro. Gastamos más combustible, nos arriesgamos por el mal tiempo y lo que se pesca es pequeño. Nada es como antes”, se lamenta, repitiendo una frase que, por ser tan trillada, ha perdido su impacto.
Desde hacía tiempo, “Chan” notaba que algo raro ocurría en las aguas donde pescó desde niño. Lo más dramático fue notar que muchos de los arrecifes de coral se habían despojado de sus vibrantes colores para mostrar un blanco fantasmal, como si se hubieran desnudado. “Yo creía que se habían puesto blancos por el golpe que reciben de las miles de embarcaciones que tiran sus anclas, pero un biólogo me dijo que era también por el calentamiento”, narra.
Los arrecifes de coral son el ecosistema marino más rico en biodiversidad y uno de los más productivos en la faz de la Tierra. Pero son más que hermosas formaciones que seducen a turistas curiosos. Según la Red Global de Supervisión de Arrecifes Coralinos, la región del Caribe genera entre $3,100 y $4,600 millones en ingresos anuales producto de actividades relacionadas con este recurso marino. En Puerto Rico, las actividades relacionadas con los recursos marinos generan cada año $2,000 millones, dice Ruperto Chaparro, director de Sea Grant, programa educativo dedicado a promover la conservación y el uso sustentable de los recursos marinos y costeros de Puerto Rico, las Islas Vírgenes y la región del Caribe.
A pesar de estos beneficios, es poco lo que el gobierno borinqueño destina para proteger este recurso. “Considerando los cerca de cuatro millones de turistas que nos visitan cada año, sumado a los cuatro millones de habitantes de la Isla, la inversión del Gobierno en el recurso marino es de menos de un centavo al año”, dice Chaparro.
Menos peces, menos arrecifes
Los arrecifes son el hábitat de muchos peces de valor comercial. En Puerto Rico se desembarcan en la actualidad entre 2 y 3 millones de libras de pescado anuales y el 70% de estos proviene de los arrecifes de coral, según Daniel Matos, biólogo marino del Laboratorio de Investigaciones Pesqueras del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).
Pero esta cifra es casi la mitad de lo que se pescaba en el 1970, cuando el promedio de desembarcos rondaba los 7 millones de libras. Esta reducción es atribuida a una mezcla de variables, que incluyen nuevos reglamentos que limitan la pesca de ciertos peces y moluscos como el carrucho, y es también la consecuencia de la sobrepesca. Pero una de las variables que se sabe está incidiendo en esta merma es el calentamiento global. “No tenemos estadísticas aún, pero sabemos que es una de las causas”, dice Matos.
Eventos en los que la temperatura del mar se eleva por períodos de tiempo prolongados provocan el blanqueamiento de los arrecifes. Este blanqueamiento ocurre cuando los pólipos del coral, estresados por el calor o por radiación ultravioleta, expulsan el alga simbiótica que vive en los tejidos del coral. Cuando el alga es expulsada, el coral se torna blanco y parece que se ha desteñido, explica el biólogo marino Edwin Hernández, uno de los investigadores más prominentes de la región caribeña dedicado al estudio de los arrecifes de coral.
Si se pierde el arrecife, los peces no vienen a comer ni a reproducirse. Más aún, con su muerte, comunidades de peces vinculadas a este ecosistema sencillamente desaparecen. Esto es lo que ha ocurrido en algunas áreas marinas estudiadas en Puerto Rico a raíz de los eventos de calentamiento del agua reportados principalmente en los años 2005 y 2006. “Y es lo que podría estar ocurriendo en otras regiones del hemisferio donde hay arrecifes”, agrega el biólogo marino.
La temperatura promedio máxima saludable para los arrecifes de coral del Caribe debe ser de 83.3 grados. Pero en el 2005, alcanzó los 89.2 grados durante 15 semanas. En el 2006, la temperatura se mantuvo en los 84.2 grados y en lo que va del 2007 se mantiene en esa cifra. Aunque leve, esta lectura es superior a la temperatura deseada, según explicó.
Estos eventos causaron mortandad de arrecifes que en algunas áreas alcanzó entre un 65 a un 85%. Lo más serio es que gran parte del coral muerto pertenecía a especies cuya presencia es vital para la construcción de la estructura del arrecife. Este estrés ha provocado que el arrecife que sobrevivió dedique su energía a mantenerse vivo en lugar de reproducirse, explica Hernández.
Los cambios climáticos son parte de la naturaleza de nuestro planeta y han ocurrido antes, pero a lo largo de escalas de millones de años. El cambio climático que ahora se documenta está ocurriendo a una escala de tiempo menor que no da tiempo a las especies a adaptarse y por ello ocurren mortandades y, en el peor caso, extinciones.
Esta mortandad de arrecifes no se registró en otros países de la región caribeña como Venezuela, México ni Cuba. “Pero lo que ocurrió en Puerto Rico es una muestra de lo que tarde o temprano les va a ocurrir al resto de los países del hemisferio que tienen arrecifes, según los pronósticos que han hecho los expertos en cambio climático”, advirtió.
Qué podemos hacer
Hay medidas para amortiguar estos impactos. Hernández puntualizó la urgencia de poner en vigor planes de uso de terrenos para minimizar las escorrentías sedimentarias, es decir, el agua enlodada que baja de las montañas hasta las playas. Su sedimento asfixia los arrecifes y disminuye la penetración de luz solar necesaria para la fotosíntesis de los corales.
Probablemente, se requerirán esfuerzos regionales para lidiar con el problema. Por ejemplo, Carl Soderberg, director de la Región del Caribe de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) mostró fotos de satélite que evidencian la penetración del sedimento de los ríos Orinoco y Magdalena a las aguas cercanas a Puerto Rico y República Dominicana. Se espera que en esta región suramericana el cambio climático aumente los eventos de lluvia, lo cual provocará más crecidas de estos ríos, y con ello, más escorrentías sedimentarias, advierte el funcionario.
De otra parte, es urgente poner en vigor medidas para detener el desarrollo urbano desparramado en las costas, no sólo por el daño a este recurso, sino porque en la medida que el arrecife muera, aumentará la vulnerabilidad de estos asentamientos urbanos a los efectos de la marejada ciclónica -provocada por tormentas y huracanes- o al embate furioso de un tsunami.
Un estudio de la American Geophysical Union (AGUE) encontró que, tras el tsunami que destruyó Sri Lanka, hubo comunidades que recibieron un impacto menor gracias a la protección natural de un arrecife saludable. Estos lograron atenuar el golpe del tsunami en un 80 a un 85% al actuar como un rompeolas.
Hay otras variables que pocos consideran: el polvo del desierto del Sahara, esa nube polvorienta que cruza el Atlántico, trae a este lado del mundo más que particulado. Arrastra esporas que se cree podrían estar causándoles enfermedades mortales a los arrecifes. “Con el calentamiento global se ha pronosticado que los eventos de polvo del Sahara se incrementarán en la medida que aumente la desertificación en esa zona de África”, dice Soderberg.
El pescador “Chan” no puede conceptualizar científicamente las consecuencias del cambio climático, pero su testimonio le pone rostro a un problema global que aún es etéreo para muchos. “La pesca no es como antes y el clima está bien raro. Hay algo raro pasando, algo que es muy diferente”, dice.

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